lunes, 5 de noviembre de 2012

La Escorpiana (I)



Ezequiel entra al restaurante con rostro serio, preocupado, conspirativo, paranoico.  Mira hacia los costados, perseguido. Lucas levanta los ojos, sonríe malicioso, contesta un mensaje de texto y dice:
-Otra vez se metió en quilombos, el tilingo este…
Se sienta en la mesa. Nos mira y nos dice. “Uf, no saben lo que me pasó”. Mariano lo mira divertido. Quizás en términos sexuales sea el más funcional de los cuatro: está casado desde hace años, se lo nota feliz, dice que tiene sexo con “cierta regularidad”, que el matrimonio es un colchón que amortigua los golpes de la vida y que él no tiene ningún reparo en sacrificar un poco de adrenalina con tal de no sufrir las palizas. Como me confesó él mismo alguna vez: “Yo renuncié a la Felicidad para poder ser feliz”. No sé muy bien de qué posters barato lo habrá sacado, pero para Mariano es una genialidad que repite a todo el que quiera escucharlo.
Lucas, en cambio, es putañero. No le importa mucho las relaciones con “hondo contenido humano”. Para él la vida es más bien “tiros y tetas”, o mejor dicho, “operaciones políticas y tetas” y la cosa llega a la perfección si las tetas son el resultado o parte de alguna opereta política. Para él el sexo es poder, sometimiento, relajo. Su frase favorita es: “Las mujeres creen que el semen de un hombre transmite poder, por lo tanto, cuánto más poderoso sos, más te desean, no importa si sos flaco, gordo, pelado, viejo o una ameba. Ni siquiera es la guita. Lo importante es el poder”. Su filosofía cruel está en las antípodas de mi pensamiento. Pero a juzgar por los resultados comparativos, creo que su postura es más efectiva y menos dolorosa que la mía. Como se sabe, lo mío es un desastre, algo así como una tempestad sentimental patética y adolescente.
Ezequiel, en cambio, había logrado toda mi admiración. Me resultaba sensible y ganador, equilibrado, independiente de las mujeres pero sin misoginia ni machismos innecesarios. Un dandy, el tipo. Sin embargo hoy está desconocido, como si se le hubiera caído encima toda la estantería de su experiencia.
-Es escorpiana- afirma, como si con eso estuviera todo dicho. Lucas lanza una carcajada y Mariano pone cara de preocupación. Yo no doy crédito a lo que escucho: un hombre hablando de signos del zodíaco. Ezequiel insiste, nervioso, como si no hubiéramos entendido nada:
-Y yo soy de Acuario ¿entienden?
-Ni tenemos ganas de entenderte, mamerto- lo cruza Lucas, que de inmediato toma el celular y hace una llamada despreocupado. Mariano y yo miramos curiosos.
-Las escorpianas son puro sexo, brutales, salvajes, insaciables, histéricas, dominantes, manejadoras, perversas, encantadoras, vuelteras, envolvedoras…
-Toda generalización es un acto de fascismo, amigo- tercia Lucas risueño sin dejar de hablar por teléfono.
-La conocí en Facebook… Chateamos, vi sus fotos, bastante fuerte. Nos citamos. Tenía la mirada más profunda que conocí en mi vida: ojos verdes oscuros. Me sedujo de entrada. Cuando intenté avanzar, me dijo: “Hoy no, te lo pido ¿Sabés qué pasa? Me está esperando afuera mi marido, que me trajo. Y no es elegante irme a un hotel con vos ¿no te parece?” Obviamente, le pregunté qué hacía su marido ahí, y me contestó: “Nada, lo pesqué con una mina. Y me pidió que lo perdonara. Bueno, lo perdoné, pero ahora tiene que sufrir lo mismo que sufrí yo por él”.
-¡Una perversa! -exclamó Mariano- ¡Imagino que la echaste a la mierda!
-Intenté, intenté… -se excusó Ezequiel- Pero esperá que te sigo contando…
  
Publicado en Revista Bacanal, en el mes de octubre...

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