miércoles, 13 de junio de 2012

La dura vida del hombre

Odio las citas con mujeres pactadas por amigos. Porque todas, inevitablemente, estás dirigidas al fracaso. Pero también, porque demuestran lo que los amigos realmente creen de nosotros, es decir “cuánto podemos dar” en el mercado del amor. Si consideran que estamos gordos, nos presentan una gordita. Si creen que tenemos cara de boludos, nos traen una boluda. Si piensan que somos unos trastornados, nos convocan una excéntrica. Éstos, una pareja de abogados del club de tenis, habrán pensado que yo soy un cervatillo silvestre e inocente, porque me pusieron delante a la peor categoría de mujeres: la devoradora. Es insoportable. De entrada fija la mirada como diciéndote “si quiero, te desarmo en la cama, pero sólo si quiero yo”, mientras dice que ella toma Cabernet porque lo gusta lo intenso. Después habla con suficiencia, y muestra todo lo espectacular que fue, que es y que será siempre y elige carne de llama porque lo suyo es el exotismo y la originalidad. Para, finalmente, concluir en una marquise que toma como si estuviera viviendo un orgasmo interminable y dice que son muy poco los hombres que la hacen gozar plenamente en el sexo y que ella se considera un “verdadero desafío”. O sea, artificial, agresiva y pretenciosa. Pero lo peor de todo que está buena. Ofensivamente buena. -Yo no soy como esas que viven en la duda perpetua, que nunca saben lo que quieren, que tienen algo pero no se sienten del todo convencidas, que necesitan contención... pero libertad. Yo sé lo que quiero y lo busco… Deborah, así se llama la “cazadora” sonríe cáustica. Mis amigos se miran entre ellos. Sospechan que hay coincidencias y se felicitan con el cruce de miradas. La mujer de la pareja me clavó los ojos cómo diciéndome: “¿viste para un cínico perdedor como vos nada mejor que una comehombres”. Yo continúo: -Y, decime, ¿vos también sos de los que nos tenés tanto miedo a las mujeres de verdad? Porque últimamente me encontrado con histéricos, con miedosos, con tipos que no se animan a concretar, con los que… -Bueno, no es para menos, ¿no? Siguen siendo demandantes y exigen todo… -A ver a ver cómo es eso -pregunta con tonito de maestra siruela. -El hombre va, la pone, la saca, laponelasacalaponelasaca y así un rato, hasta que acaba y dice: “Ah, estuvo bueno”. No le pide ni reprocha nada a la mujer. La mina si termina o no se lo endilga al tipo. “Ay, no, es malísimo, no me hizo llegar bien”… Pero ¡llegá vos sola! Si yo no te pido nada a vos, qué me andás pidiendo vos a mí. Es demasiada presión, tenemos que hacer todos, disfrutá y no me exijas tanto a mí. Yo me tengo que concentrar en me funcione y, encima, en hacerla gozar a ella… Es demasiado!... Laburá un poco vos! Después con absoluta irresponsabilidad dicen “es un pescado, no sabe tener buen sexo”. Uno va con su “no es mucho pero por ahí zafo y se me para” y ella, con cara de asco te mira y piensan “no es mucho, pero por lo menos se le paró, a ver si la sabés usar, haceme llegar”. Y uno quisiera terminar rápido y mirar fútbol, pero se pone a pensar en la abuelita muerta para que ella llegue. Y ella grita y vos te contentás, pero fue una falsa alarma. Entonces, intentás pensar de nuevo en la mina porque si no te pinchás y le das y le das y le das, entonces ella empieza a gemir y a gritar. Y vos cándido, como un mucamo solícito y servicial le preguntás: ¿te gustó? Y ella te mira desganada y contesta: “ay, no me gustan que me pregunten si me gustó. Eso es no tener sensibilidad como hombre”… Y vos tenés ganas de mandarla a la recalcadísima cara de luna y que a la vuelta te traiga un vaso con agua y un sanguche de mortadela! Para peor, al otro día va a tu laburo y le cuenta a las demás: “Na, na, la tiene chica y no la sabe usar”. Y vos que laburaste toda la noche como un pobre Cristo, no volvés a tocar a una compañera de trabajo más en tu vida… Se ríe divertida. Estamos tomando el café en el living. Mis amigos se levantan y van juntos a la cocina. Ella entorna los ojos e invita: “¿Me llevás a casa, no?”. La miro y le contesto: “No creo, es que vine sin el auto”. Publicado en Revista Bacanal del mes de junio.

3 comentarios:

  1. tristísima la historia... coger correctamente es eso? arreglárselas sólo/a, sin pedirle nada a nadie...? un poco individualista esa visión... se supone que cuando uno se relaciona con el otro debe haber reciprocidad, si no querés complicaciones te masturbas y listo...

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  2. ojo no estoy defendiendo a la boluda esa, vaya a saber que complejos tendrá para comportarse así...

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  3. Y que pasa, si del otro lado pasa lo mismo?. Por mi parte ya desistí de encuentros acordados por amigas/os que piensan en colocarme todo el tiempo. Pero te cuento, a vos y en el caso te uso de replicador masculino, que tenemos los mismos miedos, básicamente. 1) le gustare? 2)que es tener buen sexo? sobre todo a esta edad. 3) duda existencial: me hago la tonta como sugiere mi psico o o saco la mujer militante y pensante en el encuentro? 4) Me hago la mina cool y pido un plato digno de palermo soho, o me sincero y le cuento que en realidad muero por una porción de vacio con fritas a la provenzal?. No es fácil, nada fácil, es casi imposible, al menos eso creo. Pero a veces sucede, y cuando pasa, te sentis la mina mas mimada del planeta

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