domingo, 2 de enero de 2011
Noche Mala
Hernán Brienza
La Farola de Congreso y Cabildo. Miércoles 8 de diciembre. Vencidos. Moscato, pizza y fainá. Mariano repite como una letanía: “Por lo menos no dieron la vuelta”. Lucas opera por celular la presentación de un candidato en una charla el fin de semana y Ezequiel pone cara de “uy, qué divertido comer en un restaurante donde va gente común”. Yo miro la repetición de los cuatro goles por el televisor gigante. Lucas corta y dice en vos alta: “Papá, hace cuatro meses que te separaste. Es hora de que vuelvas a ponerla”… Silencio. La señora de la mesa de al lado se atraganta, el marido mira con compasión, como diciendo esas cosas pasan, las cuatro cuarentonas teñidas de colorado se dan vuelta para burlarse. Bajo la voz y confieso: “Bueno, con la flaca no lo hacíamos desde hacía seis meses”. El tipo de la mesa vecina me mira como diciendo: “No, pibe, si decís seis meses es porque por lo menos no lo hacés desde hace un año”. “Bueno, un año y medio, entonces –confirma Lucas- Hay que meter mano en el asunto, entonces, ¡papá!”. Odio el porteñismo de Lucas. Ezequiel, de impecable remera de entrenamiento de River –el tipo ni sudó a pesar de haber estado cuatro horas en la San Martín al sol- sale con autosuficiencia en mi defensa: “Bueno, mano debe echarle al asunto, el pobre. Pero dejalo tranquilo, el sexo está sobrevaluado. No seas noventoso”.
Silencio absoluto.
Las coloradas de la mesa de adelante se dan vuelta y lo semblantean. Ezequiel retoma: “Nada más incivilizado que el sexo. Es brutal, machista, posesivo. Atrasa”. Mariano y Lucas, le van a saltar a la yugular, cuando una de las chicas interrumpe irónica: “¿Perdón, pero no te interesa el sexo?”. Está buena la mina. Cincuentona, pero está buena. Después de un año y medio para mí se parece a Nicole Kidman en Moulin Rouge. Con desdén, Ezequiel, la mira, le dice: “Lo necesario, apenas”, y le da la espalda. Lucas insiste: “Tenemos que conseguir que esta Navidad tengas una Noche Buena”, dice sonriente. “Y se piensa que acaba de descubrir el humor inglés el muy salame”, me digo en silencio.
Nicole Kidman se levanta de la mesa y sale del Restaurante. A los 123 segundos, Ezequiel sale con un cigarrillo en la mano y la aborda. Conversan. Los miro a través del vidrio. Ella ríe. Él, habla con mimoso desdén. Vuelve apurado. Dice en voz baja: “No falla, intrepidez y displicencia. Lo que ellas quieren”. Me voy, los dejo, mañana les cuento.
Vuelvo al departamento. Paso Navidad en los de mis viejos. Los chicos se van con la flaca a lo de mis ex suegros. Busco mis agendas viejas. Me quedan: dos ex novias, tres compañeras de la facultad, la abogada aquella con la que coqueteamos en las jornadas de Estado y derecho a la diversidad. Y, claro, el celular falso de Alejandra, la chica de Praga. Las llamo a todas. Ninguna de ellas existe, obviamente. Excepto, Celeste, claro, aquella piba de la Facu, que se moría por ser militante revolucionaria y paseaba su amor por mí en sus ojos, allí entre el flequillo negro cortado a la altura de las cejas y su sonrisa imborrable.
Me atiende. Recuerdo su voz. Su risa alegre y burlona. Hablamos una vez. Otra vez a los dos días. Me llama al sábado siguiente, me dice que después de las 12 no hace nada en Navidad. Que espera mi llamado “ansiosa por volver a verme, por volver a pasar una Noche Buena como cuando teníamos 20 años ¿te acordás de aquellas noches?”. Obvio, me acuerdo, cómo olvidar esos fines de semana del invierno del 92 en la quinta vacía de sus padres donde el amor comenzaba los sábados a la tarde y culminaba los lunes entre besos, lagañas y mates de ayer. Cómo olvidarme de la última mujer con la que me acosté antes de la flaca. Con la que cantábamos juntos en la cama: “Y nos dieron las diez y las once, las doce y la una y las dos y las tres”. Quedamos en hablar en hablar el 24 a las 22 para ultimar detalles.
Viernes 24. Mesa en lo de mis viejos. Soledad absoluta. Mi vieja con las manos ajadas, mi viejo caminando lento, escuchando poco, repitiendo mucho. Llamo a Celeste a las 22.30. Recuerdo las palabras de Ezequiel: “Temeridad y displicencia”. A mitad de la conversación, le digo en un pasaje de la charla: “Celeste, vamos a tomar un café, total, el sexo ya está sobrevaluado ¿no?” Silencio del otro lado del auricular. “Ah, pero vos estás echo un boludo de verdad, entonces… Devolveme al flaco de los noventa ¡por favor!”, dijo después de un silencio y antes de cortar.
Ajenos, los viejos, preparaban los turrones para las doce. Y nos dieron las diez y las once, las doce y la una y las dos y las tres… Y mi viejo me dijo: “Escuchamos unos tanguitos, flaco”. Por alguna razón extraña, mi viejo sigue diciéndome “flaco” como cuando tenía 15 años, aún cuando haya aumentado más de 20 kilos. Me siento en el sillón, lleno mi vaso de Bourbon. En el tocadisco, Carlos Gardel canta: “Otario, que andás penando sin un motivo mayor, ¿quién te digo que en la vida todo es mentira, todo es dolor?” Sonrío. Una buena. El 2011 no puede ser peor que este año que se va.
Publicado en la revista Bacanal de Enero de 2011
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Hay claras elecciones ahí que tomaste en orden a que todo terminara así. Ponle más onda al 2011 y vas a ver como mejora...
ResponderEliminarEl sexo está sobrevaluado según quien? Hernán, ponele onda y vas a ver como el 2011 es mortal (en el mejor sentido de la palabra)
ResponderEliminarbuenisimo!!
ResponderEliminaresta no es su realidad...
ResponderEliminarni ahi !!!!!!! el tipo la estaba pasando barbaro en la fiestas... esto lo escribio solamente para ke un par de "salames", mujeres obviamente, se enternezcan y formen fila... el tipo hace lobby !!
jajajaja cómo me reí, es muy bueno!!
ResponderEliminar¿Así nomás, como Irrazábal? ¿Y qué publicaron los diarios al día siguiente?
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